Foto: yricardo
Mis últimas horas trabajadas antes de estas pequeñas vacaciones fueron durante la Ruta del Son, el 13 de noviembre. Como estuve fuera varios días, desconocía la repercusión que había tenido esta segunda edición del recorrido, hasta que, estando en la Casa de Cultura de San Germán, en medio de un debate sobre cómo mantener las tradiciones y valores culturales de cada territorio, escuché a la Directora de la institución hablar sobre nuestra experiencia “por los caminos del Chan Chan”.
Ahora que he podido leer los cables y reportes de los colegas que nos acompañaron, y la reflexión de Alexis Triana, director provincial de Cultura en Holguín, publicada en la última edición del periódico ¡ahora!, aunque no he visto lo que salió por la televisión nacional, sé que otra vez la Ruta está dando de que hablar.
En Urbano Noris, zona fronteriza con Alto Cedro y Cueto –dos de los lugares inmortalizados en el son de Compay Segundo-, por donde pasa también el Ferrocarril Central, justo antes de llegar a Alto Cedro, sí que saben el valor de las rutas culturales y el aporte que puede hacerle al poblado el arribo de turistas internacionales interesados en su patrimonio, principalmente el legado de la industria azucarera y las comunidades descendientes de haitianos, unas de las más ricas del país.
Por eso, aunque la Ruta del Son no pasa por aquí –hecho que podría estudiarse, dada la cercanía con los lugares antes mencionados-, en esos rumbos andan sus investigadores y directivos culturales, convencidos que no hay peor gestión que la que no se hace, que este es el camino para una cultura autofinanciada.
Así mismo, reconocen que sin el convencimiento y apoyo del Gobierno y otros sectores, será imposible restaurar el otrora Hotel Colonial y crear la infraestructura necesaria para recibir a esos turistas que están por venir.
La Ruta de la Cerveza, activa en la ciudad de Holguín desde agosto último, está demostrando a funcionarios, turoperadores e incrédulos, que es posible fomentar un turismo de este tipo, porque potencialidades sobran en cada uno de esos campos y ciudades, que aun siguen en algún punto de nuestro mapa, esperando ser descubiertos hasta por nuestros propios coterráneos.
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