26 dic 2009

Cuarta Luna Llena: el posible imposible

Por Alexis Triana, periodista y director provincial de Cultura en Holguín, Cuba
Fotos: Centro de Comunicación Cultural La Luz 2009


Otra vez lo esencial deja de ser invisible a los ojos: quienes, muy emocionados, acompañaron a las seis de la madrugada a los casi adolescentes del grupo ADN en la última canción del escenario principal de la playa Guardalavaca, justo detrás de David Blanco y Nassiry Lugo, saben que nada pudo amargar esta vez la cuarta edición de nuestro Festival de la Canción Pop-Rock, aún cuando no era fase de luna llena y el parte anunció el setenta por ciento de probabilidades por frente frío.

Y claro que llovió, mas la energía de miles y miles de personas entre turistas y jóvenes, llegados de todas partes para amanecer durante tres madrugadas, hizo soplar ese viento a estribor que conozco para espantar todo maleficio: los incansables productores, los operadores de los costosos equipos de sonido que compró Holguín, los sacrificados colaboradores de Romerías que duermen hasta en la arena de custodios si fuera indispensable, eran como un hormiguero en combate para montar lonas y carpas capaces de proteger las luces inteligentes y los rayos láser de los Pitufos, o los instrumentos musicales de cuanto grupo invitado asistió, que pocos saben el dinero que cuesta para quienes se deciden por la música.

Ya es un hecho indiscutible que uno de los más noveles proyectos de nuestro sistema internacional de festivales tuvo un nuevo punto de giro hacia su madurez, al lanzar dos sesiones de competencia por la Mejor Revelación, el Luna Llena de Plata, entregado en un primer premio y tres menciones en La Roca, hoy convertida en Sala de Fiestas la antigua discoteca, el único posible escenario de espectáculos en nuestro balneario, -que no merece terminar absorbido por un nuevo hotel todo incluido, más de lo mismo, y no ese turismo distinto que venga a conocernos y a compartir la capacidad de nuestra cultura por la fusión y por la mezcla, que nos convirtió en la Isla de la Música-.

El joven músico Ernesto Blanco acababa de ganar, además del Premio Lucas, el voto televisivo de más de doscientos holguineros, gracias a la transmisión remota del pujante programa VSD, mientras que el grupo local Tierra Firme fue otra feliz coincidencia del jurado y los televidentes, premiando el paso de su director del rock metal al pop rock, aunque le pase como a Amílkar con Mephisto, otro posible camino, aun cuando su habitual público pretenda un linchamiento.

El jurado fue unánime en destacar la actuación de Michel Lugo para una mención, pero no el Premio, por lo que votaba en masa por el hermano de David Blanco, importándonos muy poco el nepotismo, así como igualar las tres menciones. Los virtuosos músicos de Tres Palabras quedaron a punto de la descorazonada, porque sus tres maneras diversas de asumir el arte aún es un interesante discurso artístico que necesita tiempo de fragua para el pop rock, tal y como sucede al grupo Huracán, capaz de debutar con toda valentía para representar en la segunda noche a la ciudad de Bayamo.

Miento si no digo que era impactante aquel espectáculo de ver una nueva generación de jóvenes músicos disputando el Luna Llena: comprendí incluso el por qué debemos lanzarnos sobre la música popular y hacer la zona de competencias en el Festival del Son de Mayarí, ahora que ya tenemos Ruta del Chan Chan, para que el poco turismo que busca más allá de sol y playa, redescubra Pinares de Mayarí. Siempre tengo presente a Humberto en la fundación del Cine Pobre en Gibara: “tiene que ser un festival mundial”, aunque él sólo tuviese en principio sus fieles amigos para acompañarle. Y en las imágenes de promoción salía desde el Salto del Guayabo hasta el Hotel Pesquero y la playa Guardalavaca, porque era la Villa Blanca de los Cangrejos la que quedaba en la provincia Holguín.

Hoy al tonto le parece normal el nivel de turistas que repiten el Hotel Las Brisas: es querer desconocer o desmantelar a toda costa la inversión de talento que en esa entidad se realizó por un decenio, primero en administración extranjera y después por una eficiente administración cubana: los mejores y más variados artistas de Holguín distinguían su programación, y sus continuas iniciativas de marketing abarcaban la siembra de un pequeño arbusto por la pareja de recién casados –que era guardado celosamente por jardineros-, o levantar la única estatua de John Lennon de pie, rodeado en Guardalavaca de palomas y leyendo un libro, al que antes se le cantaba en una tertulia, que los burócratas ni querían ni simpatizaban, y finalmente ha fallecido por sus propios errores, ante la falta de ayuda y disposición de quienes creen que la fórmula de la eficiencia es ahorrarse a los artistas.

Mas el asunto está en no escarmentar: y ha dado gusto ver a la Delegación del MINTUR trabajando codo a codo con la Dirección de Cultura, como no lo hacen los hoteles ni sus equipos de animación, en los nuevos proyectos para un turismo cultural: lanzar la campaña “El Arte de la Cerveza”, y la Convención Mundial de Cerveceros, capaces de patrocinar desde cualquier punto del planeta la llegada de nuevos artistas a ochocientos kilómetros de La Habana. Alistamos la idea de la Ruta de la Cerveza, conectar el recorrido desde el burro Pancho en un cambiante Mirador de Mayabe, hasta una línea comercial de envasado de la cerveza, como en cualquier importante fábrica del planeta que es visitada por turistas sólo en ese segmento, y máxime cuando la nuestra produce las mejores de toda Cuba.

Es hora de divulgar al mundo ese legado de nuestros maestros cerveceros, aquellos que fueron a la antigua República Democrática Alemana, aprehendieron las formulas e hicieron como nuestros artistas la mezcla de sabores para lograr la Cristal, la Bucanero, la Mayabe y ahora la Cacique. Hay que colocar todas esas imágenes de la fundación en un recinto de nuestra capital, al propio Fidel en su visita a la fábrica disfrutando una jarra de espumosa cerveza, rodeado de entusiastas trabajadores. Tener un espacio memorial para lo que es ya un producto estrella en los mercados de Cuba, y muy pronto aún más allá.

El Luna Llena no es el fin, es el pretexto. La Ruta del Chan Chan o la Cerveza, facilitadores para invertir ese flujo turístico que llega por nuestro aeropuerto por más de doscientos mil, y apenas conoce nuestros pueblos y ciudades. Nassiry lo sabe y disfruta el camino para llegar a ese festival internacional de la canción pop rock, ahora que el de Varadero no levanta cabeza. Humberto nos acompaña vigilante desde el alma gibareña, esperando su casa para no tener que mudarse a Cienfuegos. Frank Fernández vuelve a arremeter contra el tiempo que pierdo yo, con la verdadera música, la sinfónica; y Nelson Domínguez llama para protestar que en su habitación en el Hotel Pernik alguien retiró no se qué cosa. Leo Brower aun espera que un músico nuestro toque la hoja de partitura que dedicó de su puño y letra al Bar Pliska, en la ciudad de Holguín.

Así que ningún imposible ha sido en vano: los miles que esperaban los conciertos en Banes o la media noche para el inicio de la amanecida, los que atendieron primorosamente a los músicos, los que protegieron la playa para que apenas haya existido un incidente de consideración, o quienes creyeron en la EGREM, en ARTEX, en La Roca, en Isla Azul, en Palmares o especialmente en Bucanero SA, que este es otro futuro, indivisibles el turismo y la cultura, nuestra nave espacial.

18 dic 2009

Veinte “Mayabe” para Norell

Por Yordanis Ricardo Pupo

Resulta difícil imaginar a Maritza Norell Lauzao, Ingeniera Mecánica, trabajando en la principal empresa inversionista que hace veinte años construyó en Holguín la más importante fábrica cubana de cervezas. Y no solo porque actualmente se desempeña como Gerente de Imagen y Desarrollo de la sucursal ARTEX en este territorio, sino por la pasión con que promociona y defiende la cultura nacional.

Sin embargo, ella no ve contradicción entre el tiempo que dedicó a levantar la fábrica (desde los primeros movimientos de tierra hasta la obtención de las primeras cervezas), luego en la Planta donde se “cocina” la bebida y, ahora, en un empresa que comercializa productos culturales.

“Hacer cerveza es un arte y es también parte de nuestra cultura”, afirma sin tapujos, y por los poros le sale el orgullo de sentirse parte de aquella obra pionera, construida por jóvenes cubanos –casi todos graduados en la Universidad local y en Centros de la antigua Checoslovaquia-, con tecnología y asesoramiento alemán, que el tiempo, y sobre todo, la calidad de sus productos, convertiría en un importante negocio para la Isla.

Maritza trabajó en la fábrica hasta 1997, fue durante años la secretaria del Sindicato, vivió la entrada de los inversores extranjeros que lanzaron nuestras cervezas en el mercado internacional, modernizaron la industria y le cambiaron el nombre de Mayabe (todo un símbolo para los holguineros) por “Bucanero”, más comercial, y que, a la larga, ha rendido buenos frutos.

“Inicialmente se quería construir la fábrica en el poblado de Maceo, por la calidad de sus aguas”, refiere Maritza. Tras varios estudios se decidió hacer una conductora de 21 kilómetros para traer el líquido hasta las afueras de la Ciudad de los Parques, desde donde sería más fácil comercializar la Mayabe y otras marcas que se producirían en el futuro.

“Al principio hacíamos “Mayabe” clara y fuerte, luego Cristal y Hatuey, todas embotelladas, hasta que se hizo la fábrica de latas y toneles. Cuando se abrió el primer dispensador de cerveza (en el salón de protocolo de la propia fábrica) aún trabajaba allí”, dice, y muestra una foto donde se llenan varias jarras con la espumante bebida.


Desde el comienzo de esta historia, Maritza estaba casada con un joven que también trabajaba en la fábrica: José Marcos Quevedo –actualmente reside en España, donde estuvo un tiempo en la cervecería Estrella Damm-. Juntos tuvieron una hija, a la que le encanta la bebida que se obtiene de la cebada: “Claro, nací en la comunidad cervecera”, dice la muchacha, que se prepara en Estudios Socioculturales en la Universidad de Holguín y aspira hacer su Trabajo de Diploma sobre el arte de la cerveza.

“La culpa es mía” –bromea su madre-, “pues tomaba mucha “Mayabe” cuando estaba embarazada”. Y no es que fuera alcohólica, sino que era parte del grupo que se encargaba de poner el paladar en función de asegurar inalterable la calidad del producto.

Trabajar en el mundo de la cultura, unido a los años que lleva degustando tan especial bebida, le permite afirmar que “hacer cerveza es arte y saber disfrutarla, una cultura”, pero “con moderación, con cultura alcohólica. Eso forma parte de la idiosincrasia del cubano, de su devoción por las fiestas y la alegría”.


Próximamente, Norell recibirá la medalla Pedro Marrero, por XX años de trabajo en el Sindicato de la Industria Alimenticia; sin embargo, su mayor orgullo consiste en sentirse parte de aquella fábrica que aun “se mantiene produciendo cervezas de clase mundial”… y defiende que, “por muchas cervezas que se hagan, la “Mayabe” nunca será superada. Mientras pueda escoger, será siempre “Mayabe”, y ¡de botella!”.

2 dic 2009

Que te vuelva a encontrar (Fragmento de novela)

Cortesía de Albem Fuentes (Letras Cubanas, La Habana, 2009), para El arte de la Cerveza



16
—¿Qué quieres beber?
—Cristal, que conserva amistades.
—Entonces, Cristal. Anotemos con presteza su pedido, y mientras se liba la fermentación de lo divino reescribamos estas páginas. Siéntete en tu casa, viviendo una nueva vida.
Suspicaz frente a la maquinaria, como hijo de vecino que es, el Lector observa receloso la pantalla: Sigue, con sospecha bien fundada, la vertiginosa escritura en que se afana el Autor.
—La nevera está en la cocina, a la derecha, sabes. Toma cuanto quieras y tómalo cuando quieras.
Se incorpora sin mucha convicción, puesto que los tiempos no son de abundancia, pero decide probar suerte; va hasta la cocina, abre la nevera, encuentra unas lasquitas de jamón, prueba una y comenta:
—Fallaste, mi hermano, aquí no hay Cristal, cerveza clara del país..., y todavía caliente..., eso es lo que queda.
El Autor se relaja en su butaca, bromea con la falta de fe y el síndrome del subdesarrollo, comprueba la intensidad de la conexión, piensa en la verosimilitud del relato, en la incredulidad del Lector, en su rigor histórico, en sus límites sicológicos y tecnológicos, y teclea con delectación en la pantalla sideral, infalible, de su ordenador personal de última generación la palabra mágica, el password a la felicidad, el signo transgresor de su poética.
Allí están, alineadas de seis en seis, objetivas, palpables, hechizadas por el poder de la palabra, que mueve y convence: Cuatro hileras de cerveza Cristal, en sus rutilantes laticas verdes, ecológicas, cervezas frías con marca registrada, que conservan amistades y ayudan a vivir: Libres de y ajenas a, el drástico calentamiento de la atmósfera.
La marca, Cristal, le recuerda al Lector los ojos de Ka: transparentes y grises, casi verdes, incitantes, por eso la ha elegido. Mira, boquiabierto, las veinticuatro laticas desechables, llenitas de cerveza, y vuelve a soñar y abre una y bebe con largueza, sin más cuestionamientos.
Piensa: Luego existe, en los ojos
de Ka
en su pelo en su espalda
en el cuello en la lengua
de Ka
en su sexo en el rostro de Ka en su boca en el vientre las piernas los labios abiertos de Ka en el verbo la risa la mente sutil de Ka en los dedos las uñas los dientes de Ka y su perenne sabor a menta y cerveza Cristal, y la besa, la muerde, la araña, la penetra: un impulso, un byt(e), una cantidad de mundo adolescente, mundo nuevo y renovado, que despierta.
Lee: Luego imagina, luego vive, el final de la última noche en la costa cuando la besó, a través del cristal de la copa
desbordada de cerveza:
líquido ambarino,
espuma, labios
lengua saladito
en la boca jugosa,
tropical, exótica,
cóctel de frutas,
sabor de la
cerveza
en los
labios,
creyón
en los
bordes
de la copa,
rota, sangrante,
labios rojos,
rotundos,
rizomáticos
lengua,
mano,
semen
incontenible y caliente,
plenitud y vacío.
Coge, apasionado como cualquiera, dos cervezas frías, vuelve a la sala-biblioteca caminando raro y piensa si una mancha se quita con algo. Abre, con mucha fruición, su propia latica verde. Entrega la otra, todavía cerrada, al Autor: En su homenaje, y lee en voz alta:
—Mi hermano, tú eres Dios o estás loco: de dónde coño sacaste esto.
Complacido del efecto alucinante que en el Lector común provoca una caja fría de cerveza Cristal, puesta a su leal disposición a las tres de la madrugada, el Autor no lo desmiente.
Todo tiene su tiempo, y alguna vez llegará a mostrarse: el éxodo y los números, el libre tránsito y la teoría literaria, el Viaje a la semilla y la comunicación satelital, la física y la química, el chip, la multimedia y el mapeo cerebral, la matrix, el libro de los muertos y la Cita con el pasado, la Historia del tiempo y los vuelos espaciales, la clonación, La náusea, el Nuevo Testamento y El pan dormido: Todo tiempo llegará, querido Lector, y con él sus elaboraciones más plenas, pero ahora, es la hora de la cerveza.
Y bebe el Autor, complacido por la honda satisfacción obrada en su más querido amigo: El Lector le tiene fe, al fin le tiene fe. Su imagen pública y privada está en los cielos: Es el Creador, en su grande e inmutable plenitud: omnisciente, omnipotente, omnipresente (y más o menos prepotente como cualquier creador que se respete), bebe cerveza a mares y se lanza entre las rocas, a tocar fondo.
—¿Sabes qué hace Ka en este momento?
—No, cómo iba a saberlo. Es tarde o temprano, según lo quieras ver. Puede estar conectada al mundo. Puede dibujarse a sí misma desnuda. Puede haber hecho el amor sin sexo o el sexo sin amor. Aunque tal vez a esta hora descanse de un día agitado.
—Algo menos convencional. Piensa en mí, y en el tiempo irreductible que T. S. Elliot cantaba en sus Cuartetos.
—¿¡Sí…!?
—Te adelanto un cuadro, un par de secuencias del eterno retorno, una imagen del juego infinito que nos toca vivir.
Un día estuvimos los tres en el mismo lugar. Ka nos mirará a los ojos y nos besa a los dos. Los dos la besamos, le mordimos el cuello, le diremos mi amor. Ella espera un milagro, un salto en el guión, un apagón que la salve, un encuentro cercano que no llega; pero todo estaba en orden y tendrá que decidir sus movimientos. Y tú, mi hijo amado, carne de mi carne y espíritu de mi espíritu, tú, mi gemelo Lector, mi enviado en este mundo de tinta y grafito y papel rayado y pequeños impulsos eléctricos, hiciste un gran sacrificio: Para salvarla a ella, para evitar que la apedree el público que espera, hipnotizado cada noche frente a las pantallas de televisión: un final feliz, para mayor gloria y extensión de mi reino, por los siglos de los siglos, amén.
Fuiste a La Cruz con una sonrisa en los labios, sin rogar o mentir. Sin esperar recompensa, sin pasar por tus cosas, sin avisar nada a nadie, pues multiplicas los significados del Libro como se multiplican los panes, las cervezas, y los peces: Abrirás la puerta, y tuviste al marcharte una última tentación: escribir tu propio evangelio. Es lo que allí harás, haces, hacías: dictar tus palabras y tus sueños para alguien que escribirá de una vez lo que sería tu vida: El Código Lector.
Tú, el único amigo de los pequeños libreros, el crítico Lector ideal de las historias posibles. Tú, el cordero amado de los dioses: autores, editores, impresores, publicistas, distribuidores. Tú, humilde oveja extraviada en el mundo de los mercaderes del libro: Este mundo fláccido, fétido y falso que terminará por estallar si no lo salvas hoy, si no trasmites fe a sus descarriados rebaños, si no te aprietas el bolsillo y compras: Un ejemplar, dos ejemplares, tres ejemplares. Tú, mi querido Lector gemelo, mostraste el libro a tus iguales para que conozcan tu sacrificio y mi gloria se extendía allende los mares, hasta los templos impíos de mis adversarios: Y ellos vinieron a mí, abandonando sus falsos dioses, y dirán palabras de alabanza en mi homenaje.
Ka y yo velaremos juntos por tu savia inmolada. Hasta el día de la resurrección. Cada noche ofrecíamos a la tierra el primer trago de la nueva botella para que llegue a ti, y ese ron vertido acompañará tus días de silencio y tu apoteósico regreso mientras lees y relees y vuelves a leer, en esta hora de renunciación, un único libro, summa de todas las verdades que buscó tu vida.
Las muchas estrellas y placeres no lograron que olvidemos. El primer trago de ron descenderá cada noche sobre la ciudad travestida, desde el alto balcón latino de la habitación elegida, entre muchas otras ofertas, como lugar de retiro para velar tu muerte: La impensable, apócrifa muerte del Lector, desaparecido, invisible, asesinado por la ignorancia y la clásica soberbia de los mercaderes: Tú, el Siervo, el Servidor, el Maestro, el Lector que vendrá.
Velábamos tu muerte desnudos, y yaciendo juntos estaremos cuando examines la Pospública crítica de la joven Editora, la Tesis final del Cuarto Personaje, de quien tanto sospechaste y temiste: reproducida fue en el relato, comentada será en la prensa, citada es por teóricos, críticos, historiadores y profesores de literatura; aplaudida con largueza ayer, mañana y hoy en eventos, publicaciones y tertulias del mundillo narrativo, que siempre la calificaron con los cinco puntos de la estrella bienamada: Tesis magistral, categoría científica, cambio de paradigma, derecho de publicación, empleo bien remunerado.
Hasta el día de la resurrección, que pronto ha de llegar. Entonces vendrás a mi reino: Que es tuyo, y yo estaré contigo, sentado a la izquierda de tu trono. Habremos escrito una historia de amor: intensa, limpia, creíble, tal como la quisimos leer. Como Ka la soñó, como propuso el Cuarto personaje, como espera la poderosa Productora, como tú me dictaste, primero en la penumbra, luego bajo esa luz muy blanca que precede al amanecer, siempre siempre siempre en el espacio de imaginación y milagro que hace perdurable lo real, lo fantástico y lo probado: Nunca, nunca, en la celda oscura y fría de las maquinarias del conformismo.
Estaré contigo y Ka estará con los dos, amatoria siempre: en el papel impreso, en las pantallas de los ordenadores, en la piedra y los papiros, en cada lapso y en cada paraje de ese mundo circular e inconcluso que habitabas: en esos nuevos escenarios que más temprano que tarde se abrirán, en esa otra realidad escrita, soñada, vivida: Que habrás imaginado, habrás construido, y habrás ganado con la grandeza de tu sacrificio.
Y que solo a ti te pertenecen.

Alberto Edel Morales Fuentes (Cabaiguán, 1961) Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios Viendo los autos pasar hacia Occidente, Escrituras visibles, Lejos de la corriente, Otro color, otras figuras geométricas, El juego de la memoria y Con cierta elegancia, así como el catálogo de jóvenes poetas cubanos Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo (coautor Aymara Aymerich) y La Estrella de Cuba. Inventario de una Expedición. Como narrador ha dado a conocer el relato testimonial Los pies en la tierra y está en imprenta su novela Que te vuelva a encontrar. Textos suyos aparecen en antologías, publicaciones periódicas y sitios digitales de la isla y otros países. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es director fundador de la revista de literatura y libros La Letra del Escriba y del Centro Cultural Dulce María Loynaz. Reside en La Habana.