2 dic 2009

Que te vuelva a encontrar (Fragmento de novela)

Cortesía de Albem Fuentes (Letras Cubanas, La Habana, 2009), para El arte de la Cerveza



16
—¿Qué quieres beber?
—Cristal, que conserva amistades.
—Entonces, Cristal. Anotemos con presteza su pedido, y mientras se liba la fermentación de lo divino reescribamos estas páginas. Siéntete en tu casa, viviendo una nueva vida.
Suspicaz frente a la maquinaria, como hijo de vecino que es, el Lector observa receloso la pantalla: Sigue, con sospecha bien fundada, la vertiginosa escritura en que se afana el Autor.
—La nevera está en la cocina, a la derecha, sabes. Toma cuanto quieras y tómalo cuando quieras.
Se incorpora sin mucha convicción, puesto que los tiempos no son de abundancia, pero decide probar suerte; va hasta la cocina, abre la nevera, encuentra unas lasquitas de jamón, prueba una y comenta:
—Fallaste, mi hermano, aquí no hay Cristal, cerveza clara del país..., y todavía caliente..., eso es lo que queda.
El Autor se relaja en su butaca, bromea con la falta de fe y el síndrome del subdesarrollo, comprueba la intensidad de la conexión, piensa en la verosimilitud del relato, en la incredulidad del Lector, en su rigor histórico, en sus límites sicológicos y tecnológicos, y teclea con delectación en la pantalla sideral, infalible, de su ordenador personal de última generación la palabra mágica, el password a la felicidad, el signo transgresor de su poética.
Allí están, alineadas de seis en seis, objetivas, palpables, hechizadas por el poder de la palabra, que mueve y convence: Cuatro hileras de cerveza Cristal, en sus rutilantes laticas verdes, ecológicas, cervezas frías con marca registrada, que conservan amistades y ayudan a vivir: Libres de y ajenas a, el drástico calentamiento de la atmósfera.
La marca, Cristal, le recuerda al Lector los ojos de Ka: transparentes y grises, casi verdes, incitantes, por eso la ha elegido. Mira, boquiabierto, las veinticuatro laticas desechables, llenitas de cerveza, y vuelve a soñar y abre una y bebe con largueza, sin más cuestionamientos.
Piensa: Luego existe, en los ojos
de Ka
en su pelo en su espalda
en el cuello en la lengua
de Ka
en su sexo en el rostro de Ka en su boca en el vientre las piernas los labios abiertos de Ka en el verbo la risa la mente sutil de Ka en los dedos las uñas los dientes de Ka y su perenne sabor a menta y cerveza Cristal, y la besa, la muerde, la araña, la penetra: un impulso, un byt(e), una cantidad de mundo adolescente, mundo nuevo y renovado, que despierta.
Lee: Luego imagina, luego vive, el final de la última noche en la costa cuando la besó, a través del cristal de la copa
desbordada de cerveza:
líquido ambarino,
espuma, labios
lengua saladito
en la boca jugosa,
tropical, exótica,
cóctel de frutas,
sabor de la
cerveza
en los
labios,
creyón
en los
bordes
de la copa,
rota, sangrante,
labios rojos,
rotundos,
rizomáticos
lengua,
mano,
semen
incontenible y caliente,
plenitud y vacío.
Coge, apasionado como cualquiera, dos cervezas frías, vuelve a la sala-biblioteca caminando raro y piensa si una mancha se quita con algo. Abre, con mucha fruición, su propia latica verde. Entrega la otra, todavía cerrada, al Autor: En su homenaje, y lee en voz alta:
—Mi hermano, tú eres Dios o estás loco: de dónde coño sacaste esto.
Complacido del efecto alucinante que en el Lector común provoca una caja fría de cerveza Cristal, puesta a su leal disposición a las tres de la madrugada, el Autor no lo desmiente.
Todo tiene su tiempo, y alguna vez llegará a mostrarse: el éxodo y los números, el libre tránsito y la teoría literaria, el Viaje a la semilla y la comunicación satelital, la física y la química, el chip, la multimedia y el mapeo cerebral, la matrix, el libro de los muertos y la Cita con el pasado, la Historia del tiempo y los vuelos espaciales, la clonación, La náusea, el Nuevo Testamento y El pan dormido: Todo tiempo llegará, querido Lector, y con él sus elaboraciones más plenas, pero ahora, es la hora de la cerveza.
Y bebe el Autor, complacido por la honda satisfacción obrada en su más querido amigo: El Lector le tiene fe, al fin le tiene fe. Su imagen pública y privada está en los cielos: Es el Creador, en su grande e inmutable plenitud: omnisciente, omnipotente, omnipresente (y más o menos prepotente como cualquier creador que se respete), bebe cerveza a mares y se lanza entre las rocas, a tocar fondo.
—¿Sabes qué hace Ka en este momento?
—No, cómo iba a saberlo. Es tarde o temprano, según lo quieras ver. Puede estar conectada al mundo. Puede dibujarse a sí misma desnuda. Puede haber hecho el amor sin sexo o el sexo sin amor. Aunque tal vez a esta hora descanse de un día agitado.
—Algo menos convencional. Piensa en mí, y en el tiempo irreductible que T. S. Elliot cantaba en sus Cuartetos.
—¿¡Sí…!?
—Te adelanto un cuadro, un par de secuencias del eterno retorno, una imagen del juego infinito que nos toca vivir.
Un día estuvimos los tres en el mismo lugar. Ka nos mirará a los ojos y nos besa a los dos. Los dos la besamos, le mordimos el cuello, le diremos mi amor. Ella espera un milagro, un salto en el guión, un apagón que la salve, un encuentro cercano que no llega; pero todo estaba en orden y tendrá que decidir sus movimientos. Y tú, mi hijo amado, carne de mi carne y espíritu de mi espíritu, tú, mi gemelo Lector, mi enviado en este mundo de tinta y grafito y papel rayado y pequeños impulsos eléctricos, hiciste un gran sacrificio: Para salvarla a ella, para evitar que la apedree el público que espera, hipnotizado cada noche frente a las pantallas de televisión: un final feliz, para mayor gloria y extensión de mi reino, por los siglos de los siglos, amén.
Fuiste a La Cruz con una sonrisa en los labios, sin rogar o mentir. Sin esperar recompensa, sin pasar por tus cosas, sin avisar nada a nadie, pues multiplicas los significados del Libro como se multiplican los panes, las cervezas, y los peces: Abrirás la puerta, y tuviste al marcharte una última tentación: escribir tu propio evangelio. Es lo que allí harás, haces, hacías: dictar tus palabras y tus sueños para alguien que escribirá de una vez lo que sería tu vida: El Código Lector.
Tú, el único amigo de los pequeños libreros, el crítico Lector ideal de las historias posibles. Tú, el cordero amado de los dioses: autores, editores, impresores, publicistas, distribuidores. Tú, humilde oveja extraviada en el mundo de los mercaderes del libro: Este mundo fláccido, fétido y falso que terminará por estallar si no lo salvas hoy, si no trasmites fe a sus descarriados rebaños, si no te aprietas el bolsillo y compras: Un ejemplar, dos ejemplares, tres ejemplares. Tú, mi querido Lector gemelo, mostraste el libro a tus iguales para que conozcan tu sacrificio y mi gloria se extendía allende los mares, hasta los templos impíos de mis adversarios: Y ellos vinieron a mí, abandonando sus falsos dioses, y dirán palabras de alabanza en mi homenaje.
Ka y yo velaremos juntos por tu savia inmolada. Hasta el día de la resurrección. Cada noche ofrecíamos a la tierra el primer trago de la nueva botella para que llegue a ti, y ese ron vertido acompañará tus días de silencio y tu apoteósico regreso mientras lees y relees y vuelves a leer, en esta hora de renunciación, un único libro, summa de todas las verdades que buscó tu vida.
Las muchas estrellas y placeres no lograron que olvidemos. El primer trago de ron descenderá cada noche sobre la ciudad travestida, desde el alto balcón latino de la habitación elegida, entre muchas otras ofertas, como lugar de retiro para velar tu muerte: La impensable, apócrifa muerte del Lector, desaparecido, invisible, asesinado por la ignorancia y la clásica soberbia de los mercaderes: Tú, el Siervo, el Servidor, el Maestro, el Lector que vendrá.
Velábamos tu muerte desnudos, y yaciendo juntos estaremos cuando examines la Pospública crítica de la joven Editora, la Tesis final del Cuarto Personaje, de quien tanto sospechaste y temiste: reproducida fue en el relato, comentada será en la prensa, citada es por teóricos, críticos, historiadores y profesores de literatura; aplaudida con largueza ayer, mañana y hoy en eventos, publicaciones y tertulias del mundillo narrativo, que siempre la calificaron con los cinco puntos de la estrella bienamada: Tesis magistral, categoría científica, cambio de paradigma, derecho de publicación, empleo bien remunerado.
Hasta el día de la resurrección, que pronto ha de llegar. Entonces vendrás a mi reino: Que es tuyo, y yo estaré contigo, sentado a la izquierda de tu trono. Habremos escrito una historia de amor: intensa, limpia, creíble, tal como la quisimos leer. Como Ka la soñó, como propuso el Cuarto personaje, como espera la poderosa Productora, como tú me dictaste, primero en la penumbra, luego bajo esa luz muy blanca que precede al amanecer, siempre siempre siempre en el espacio de imaginación y milagro que hace perdurable lo real, lo fantástico y lo probado: Nunca, nunca, en la celda oscura y fría de las maquinarias del conformismo.
Estaré contigo y Ka estará con los dos, amatoria siempre: en el papel impreso, en las pantallas de los ordenadores, en la piedra y los papiros, en cada lapso y en cada paraje de ese mundo circular e inconcluso que habitabas: en esos nuevos escenarios que más temprano que tarde se abrirán, en esa otra realidad escrita, soñada, vivida: Que habrás imaginado, habrás construido, y habrás ganado con la grandeza de tu sacrificio.
Y que solo a ti te pertenecen.

Alberto Edel Morales Fuentes (Cabaiguán, 1961) Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios Viendo los autos pasar hacia Occidente, Escrituras visibles, Lejos de la corriente, Otro color, otras figuras geométricas, El juego de la memoria y Con cierta elegancia, así como el catálogo de jóvenes poetas cubanos Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo (coautor Aymara Aymerich) y La Estrella de Cuba. Inventario de una Expedición. Como narrador ha dado a conocer el relato testimonial Los pies en la tierra y está en imprenta su novela Que te vuelva a encontrar. Textos suyos aparecen en antologías, publicaciones periódicas y sitios digitales de la isla y otros países. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es director fundador de la revista de literatura y libros La Letra del Escriba y del Centro Cultural Dulce María Loynaz. Reside en La Habana.

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