29 jun 2010

Cerveza Becks presente en Cuba

La Cervecería Bucanero SA importa la Beck´s a Cuba desde el norte de Alemania donde se elabora y embotella desde el año 1873. La Beck´s es una cerveza pilsner clásica alemana que tiene un sabor robusto distintivo, con un fresco bouquet “lupulado”, color dorado y rica espuma. Se elabora empleando solamente los mejores ingredientes naturales de acuerdo al “Reinheitsgebot, la Ley de Pureza alemana establecida en 1516.

Esta cerveza Premium se está convirtiendo rápidamente en la favorita de los que conocen de cerveza en Cuba donde se conoce por el apodo de “La Llave”. Actualmente está disponible en formato de botellas y en latas de 330 ml.

Para más información sobre los productos Beck´s, por favor visite el sitio www.becks.com

25 jun 2010

Las cervezas de mi vida. Memorias de un cubano cervecero

Por Yordanis Ricardo Pupo

En este junio de calores insoportables nada se compara al placer de tomarse una espumante Bucanero Max –made in Cuba-. Las cervezas siempre han sido mi fuerte, lo reconozco, pero no podría ser diferente: nací en esta “isla donde a veces el año dura tantos meses…” y las temperaturas son tan altas que calmar la sed con una “laguer” bien fría es cosa normal.

A esas excusas se le podría sumar que a pocos kilómetros de mi casa se elaboran las mejores cervezas de Cuba, dígase Cristal, Bucanero o Mayabe, gracias a la calidad de las aguas de este territorio y de la experiencia acumulada durante años por nuestros maestros cerveceros.

Aun recuerdo la sensación que sentí la primera vez que probé una de estas bebidas –a inicios de los noventa en mi natal Banes-. Y aunque no encuentro en mi memoria la marca, creo que en la lata se veía una foto de Hatuey, un aborigen legendario que prefirió ir al infierno antes que encontrarse con los conquistadores españoles en el cielo.

Junto a las también cubanas Lagarto y Polar, fueron las cervezas locales las primeras que degusté –aun sin la edad necesaria para hacerlo-. Comenzaba así una década en que disfrutaría la Jever alemana, las mexicanas Tecate y Corona, la checa Budweiser, la americana Miller, Heineken de Holanda.

Sin saber cómo, crecí rodeado de personas tomadoras de cerveza y de cuanto liquido sobrepasara las 0.1 grados de alcohol. Conocí así otros sabores menos nobles para un clima como el nuestro: ginebra, whisky, vinos de varios tipos.

En la universidad nos hicimos adictos a la Bavaria 8.6, aunque seguíamos consumiendo más la santiaguera Hatuey, embotellada, con pocos grados y a buen precio. De visita en Madrid perdí el rumbo tras tomarme varias San Miguel –muy parecida a la Cristal-. La experiencia me sirvió también para probar Cruzcampo y Estrella Damm, catalana, pero de igual textura.

En este viaje etílico que ha sido mi vida, existen dos cervezas que, junto a las cubanas, algún día serán las culpables de la pérdida de mi hígado: Carlsberg y Tuborg. Ambas son danesas, y aunque la primera supera a la segunda en fama y producción internacional, no hay nada mejor que una Tuborg classic.

En ese país pude ver el proceso de producción de una de las marcas de la Carlsberg, y comprobé in situ el arte de este oficio que se transmite de generación en generación. Al final del recorrido por la cervecería bebí dos copas rebosantes de un oscuro líquido llamado Jacobsen, como el padre fundador de la bebida más famosa de Dinamarca.

La lista de cervezas que he tenido el placer de probar, podría ser aun más larga. A estas alturas sigo prefiriendo las de tipo “plisner” o claras, obtenidas de la cebada. Mi paladar nunca se ha acostumbrado a las más oscuras o las que se elaboran con trigo, como la alemana Franziskaner y la irlandesa Guinness.

En Barcelona, Sevilla, Praga, Copenhague, Viena, Budapest, Munich, Berlín… y en cada punto de la geografía de esta isla caribeña que habito, con etiquetas diferentes, sabores parecidos, suaves o fuertes, en latas, botellas, toneles, y hasta directamente de fábricas artesanales, ha estado presente la cerveza, formando parte inseparable de mi vida.

Por eso hoy, que el verano arremete contra la Ciudad cubana de los Parques, Holguín, me escapo de mis oficinas, y en cualquier bar o kiosco de esquina pido una Bucanero Max, bien fría, y mientras sale la inevitable espuma, pienso: ¡esto si es vida, mi hermano!

Nota: Todas las fotografías fueron tomadas en el Centro de Visitantes Carlsberg y Cervecería Jacobsen, Copenhague, Dinamarca, agosto de 2005.

23 jun 2010

Gran Festival Británico de la Cerveza

Por Yordanis Ricardo Pupo

El Gran Festival Británico de la Cerveza, la feria que reúne a los profesionales y público en general que siente pasión y tiene conocimientos relacionados con la cerveza llegará una vez más a Londres, Reino Unido, entre el 3 y el 8 de agosto próximo.

Durante la feria, más de 450 variedades de sidras, perries y cervezas inglesas e internacionales estarán disponibles en el Centro de Exposiciones Earl's Court One, donde también habrán juegos de pub tradicionales, música en vivo, degustaciones de comida y aperitivos y catas tutorizadas de cerveza.

El precio de las entradas de un día compradas con antelación son de £6 para los miembros del CAMRA, y £8 para el público en general. El precio de la entrada para todo el festival es de £20 para los miembros del CAMRA, y £23 para el resto.

Alrededor de 64 mil personas participaron en el anterior Festival, donde se bebieron más de 500 tipos de cervezas rubias, de frutas, de malta, amargas…

La ruta de la cerveza comparte con ustedes algunos de esos momentos.

Fotos tomadas de la página web del Festival. Edición 2009

22 jun 2010

Recuerdos de un cervecero: Cura de caballo

Por Carlos Melián Moreno

José García, primer director de la actual
fábrica de cervezas Bucanero  
Año mil novecientos setentitantos, un joven químico espera parado allí, tiene una carpeta bajo el brazo y observa el ajetreo, gente que sale y entra, teléfonos rojos, negros, blancos que suenan, contestan, cuelgan, y vuelven a sonar. Nadie lo nota, nadie se fija en él. No es atractivo, más bien muy delgado, desgarbado, aunque se sabe, por la forma correcta en que va vestido, que ha efectuado estudios, y que si se esfuerza, podrá llegar a ser un tipo importante... De pronto, de una oficina sale un señor, el señor lo mira directamente a él, y a nadie más.

El señor, levanta una mano y le hace el gesto de que entre. El señor parece un peje gordo, un grueso reloj le corona la muñeca, y el antebrazo es fuerte y peludo. El joven, entra, no parece estar asustado, pero tampoco se le ve tan seguro, como si esperara lo peor dentro de aquella oficina. La puerta se cierra, el ajetreo, los choferes, las secretarias, los responsables, quedan afuera.

En la oficina blanqueada de cal, una oficina sin retratos ni confort como es de esperar de un Puesto de mando, hay dos teléfonos, uno con disco y otro sin disco, un buró y un par de pesadas sillas giratorias. El joven se sienta, piensa poner la carpeta en la otra silla, pero no lo hace, se siente más seguro con la carpeta entre las manos, es lo único familiar que le rodea. El hombre le clava los ojos y parece medirle la talla, la talla humana.

-¿Qué pasa? ¿Por qué no sale la cerveza?

-No sale porque no tiene calidad, es decir, todavía no es cerveza, sino agua. Agua amarga, diría yo.

-Usted dice agua amarga.

-Sí, yo digo agua amarga.

-Así que agua amarga...

El señor hace silencio. Reflexiona. Pero no reflexiona sobre eso, sino sobre otras cosas, parece filosofar sobre algo más general, sobre el arte de dirigir. Luego dice:

-Vamos a hacer una cosa. Ahora usted y yo nos vamos…

Suena el teléfono. El señor habla con alguien. Imposible saber si el interlocutor es hombre o mujer, pero el joven supone que sea hombre. El señor responde que él ya dio la orden, que se ha incumplido esa orden, y que ahora va a resolver eso, y que alguna cabeza, ¡carajo!, va a rodar. Cuelga, marca otro número, un número corto, o sea, una extensión, y le ordena a una mujer que venga un momento.

Debe ser mujer, porque la llama, de manera sedada, mi amor: “mi amor, ven acá un momento”. El señor cuelga, y vuelve a mirar al joven, pero ha cambiado de tono, como si hubiesen estado demasiado tiempo allí, uno al frente del otro.

-Ahora usted y yo nos vamos para la calle Maceo y… ¿cuánto usted dice que le falta?

-¿Para que sea cerveza?

-Sí, para que sea cerveza.

-Doce horas más.

-Doce horas, dice el señor, apuntando el número 12 en su agenda. Un 12 aislado, en medio de la hoja y sin ningún fin, solo para hacer énfasis, o hacer tiempo, o tomarle el peso a algo.

El joven mueve la cabeza afirmativamente, siente que el gesto del funcionario es ridículo, pero él se subordina a esta clase de jefes, y siempre será así. Para que una cerveza se homogenice hacen falta como mínimo 24 horas. El caldo llegaba desde Santiago de Cuba o de Manacas, se le echaba agua hasta llevarla a 10 grados, y luego se le inyectaba CO2, y se reposaba. En ese reposo, el CO2 penetra en el líquido. Mientras más tiempo de reposo, más cerveza es. Y en un carnaval se debe tomar cerveza.

-Está bien. Ahora, nos vamos usted y yo en mi carro para la Avenida de los Álamos, allí hay miles de gente sonando las jarras, yo lo voy a presentar, voy a parar la música, lo subo a la tarima y le voy a dar el micrófono, y usted les a va a hablar a ellos. Les va a decir, que usted es el jefe de la embotelladora y que hacen faltan doce horas para servir la cerveza.

El joven pasó de largo por la Avenida de los Álamos, y miró por la ventanilla. En efecto, cientos de personas estaban allí. Nadie sonaba las jarras, la gente bailaba, caminaba de aquí para allá, o en las aceras conversando y tal. Una hora después, una pipa conectó una larga manguera en los termos y descargó miles de esos litros de cerveza a medio hacer.

Treinta años después, José García, “Pepe”, maestro cervecero retirado, gestor, junto a otros colegas, de las fórmulas secretas de la “Mayabe”, “Cristal” y “Bucanero”, y primer director de la mayor cervecería del país, la Bucanero SA, cuenta esta historia como su primera cura de caballo, la primera humillación. El antes y el después de un joven idealista.

José García conversa con el ex-presidente cubano Fidel Castro

7 jun 2010

Un mapa para una Ruta

Por Joaquín Fernández Moreno

Parecerá complicado, pero puede llegar a ser sencillo. No habrá que esperar a que arribe flotando, dentro de una botella como en tiempo de los piratas y desde altar mar, un mapa para encontrar una ruta. Que será, en definitiva, un sugerente recorrido por sitios históricos y culturales de la oriental provincia de Holguín, si primero los residentes nacionales y visitantes foráneos se agencian el escasísimo mapa de la Ruta cultural ‘’El arte de la cerveza”.

A partir del primer día de julio, según los promotores de la novedosa propuesta turística para recorrer la Ciudad cubana de los Parques, los aspirantes a dicha aventura deberán visitar determinada cantidad de sitios generadores de cultura, y a la vez, expendedores de cerveza en sus diferentes modalidades, con el propósito de promover el dominio de asuntos culturales e históricos del territorio, y el conocimiento acerca de la tradición y producción cervecera en Cuba, de quienes adquieran un ejemplar del susodicho y original mapa, cuya edición se ha previsto no supere los 500 ejemplares.

En el prometedor documento aparecerán, tanto los lugares de venta de la refrescante bebida, como las instituciones culturales que se sugieren visitar, por lo que los poseedores del mapa deben alistar sus neuronas, tanto para responder determinadas preguntas que les realicen en dichos sitios, como para llevarse el mapa, debidamente acuñado por representantes de la Asociación Culinaria de Cuba o los cantineros, y obtener la firma de los artistas que regularmente actúan en los lugares incluidos en la Ruta cultural ”El arte de la cerveza”. De los resultados de esas novedosas gestiones, dependerá pues, el correspondiente estampado de los cuños.

La acumulación de cierto número de firmas y cuños por quienes adquieran los mapas, tanto en moneda nacional como en divisas, favorecerá el otorgamiento de libre acceso a numerosas instalaciones y reproducciones de obras plásticas, por lo tanto, los aspirantes nacionales y extranjeros interesados en enrolarse en la Ruta cultural “El arte de la cerveza’’, en los meses de julio y agosto de este año, y aún después, tendrán necesariamente que visitar la ciudad de Holguín, en el siempre veraniego oriente cubano.

La punta del cordel de esta iniciativa se encuentra, pues, en la posesión del artístico mapa. Después, la incitación se ocupará del resto.