Fotos: Edgar Batista
No es por su inclinación a prenderse de una botella de bebida tan apetecible, de las cuales llegó a libar 48 en una jornada etílica, que alcanzó la fama, ni por sus correrías viriles tras las hembras cada vez que se aparecía la oportunidad, sino porque fue capaz, con su tenacidad de burro, de inculcar en los dos Panchitos que vendrían después, esa afición por saborear y dejar correr la espuma por la comisura de sus labios, amén de recibir, de manos de centenares de visitantes nacionales y foráneos, los refrescantes sorbos, acompañados por crujientes chicharrones de cerdo.
Trabajadores de hace 50 años, y los de ahora, acumulan con orgullo anécdotas de la vida y travesuras del Pancho original, y luego del hijo y su nieto actual, pues sin dudas este noble bebedor, con su goloso relevo, es símbolo del Mirador de Mayabe, de toda la provincia, y del acervo cultural del archipiélago cubano, y las fotos y vídeos tomados junto a su noble animalidad, rondan por miles todos los rincones del planeta.
Hace unos 20 años, al iniciarse las producciones de la holguinera cerveza Mayabe en la fábrica de igual nombre, en su etiqueta se enseñoreaba su imagen, al igual que en lo alto del tanque elevado para el agua de la industria; en jarras, ceniceros, y hasta en los doiles y el letrero lumínico de una taberna que inmortaliza su nombre.
Un testigo presencial me contó que el animal recorrió en esa ocasión a pie, más bien “a pata” cerca de ocho kilómetros, entre su ubicación habitual, hasta las instalaciones de la fábrica, pero se desconoce si en ese lugar y momento, después de tan extenso recorrido, llegó a empinar “el codo”, como lo hizo durante buena parte de su vida en el Mirador de Mayabe.
A la hora de concebir un Museo de la cerveza, con el fin de preservar para el futuro los trazos de un arte tan único como la obtención de esta bebida, habrá que recopilar, obligadamente, cuantas referencias materiales y documentales apoyen la idea, sin obviar el cuerpo embalsamado de Pancho a raíz de su desaparición, ya fuera por cirrosis hepática gracias al alcohol, o por razones naturales.
Por lo visto, tus seguidores genéticos, junto a nosotros mismos, no te defraudaremos. Si los burros ascienden al cielo, estés donde estés, que el espumoso espíritu de la cerveza acompañe e impulse tus andares y los nuestros, querido amigo.
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