Que no se asuste el amargor de la tradicional y camagüeyana “Tínima”, con su leyenda de fuerte y todo lo demás, ni la orgullosa y blanca palidez de nuestra “Mayabe” de siempre, porque sin anuncio, y apenas sin esperarla, hace sólo unas cuantas horas la “495” llegó desde Santiago y se coló en el mercado cervecero de Holguín, Ciudad cubana de los Parques.
Por acá resulta también una alegría inmensa que la villa de Santiago de Cuba, rebelde, heroica y permanentemente hospitalaria, arribe el 25 de julio a sus 495 años de fundada, y en estos días no hay callo en los pies, ni rodamiento de cintura que salga indemne de su tradicional Fiesta del Fuego, ni tambor que se salve después de su Desfile de la Serpiente, de su ser como son y seguirán siendo. De la Fiesta del Fuego; de su fiesta y de su fuego.
Con la “495”, en botellas de 350 mililitros, verdes o ambarinas, llegó al paladar de los holguineros con su color malteado, sin ser pesada, portadora de la imprescindible espuma, carente en otras de su tipo, con la dosis exacta de gas carbónico, sin rozar el molesto amargor de otras, como una especie de Morena del Caribe; no contraría el paladar, ni te hace echar de menos el encaje de la vida.
Con su histórico Ayuntamiento en portada y un máximo de 5,3 por ciento de alcohol, y valiéndose de los invariables agua, cebada malteada, azúcar y lúpulo, los trabajadores de la Cervecería Santiago de Cuba Hatuey, gestora de este producto alimenticio desde 1927, lograron para ocasión tan especial, una bienvenida bebida, un motivo específico para su brindis, tanto por los 495 años de su “Chago”, como por el ingenio de los diestros cerveceros que aportaron este regalo.
Bienvenida, agradecida y bien bebida en Holguín, en la plenitud de “Tu verano bonito”, la refrescante y apetitosa “495”.
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