Foto: Lázaro Wilson
Tal y como prometieron los organizadores de la primera Ruta Cultural “El Arte de la Cerveza”, diez finalistas del concurso (pues se trata de una competencia) visitaron la cervecería Bucanero SA, previa coordinación con sus directivos.
El recorrido, entre gigantescos toneles metálicos, olor a malta, enfriadores, medidores, tuberías, filtros y reguladores de alta tecnología, fue –aunque la palabra suene mal-, “un éxito”. Un éxito tal vez porque el visitante, no era, digamos, cualquier género.
Allí estaban los que se habían tomado el interés de completar “la botella” con el lúpulo, el azúcar, el agua del manantial original, la botella verde y la cebada malteada. Ingredientes situados discretamente en algunos de los 30 lugares seleccionados para la Ruta.
En cada uno de estas instalaciones, sea centro nocturno, cafetería, bar, centro cultural o museo, el participante tenía que presentar su mapa, recoger cuños contra preguntas -algunas bastante evidentes si se habia tomado el trabajo de leerse el plegable adjunto-, para inyectarle así cierto valor a su pliego.
Tenía, además, que recolectar autógrafos de eminencias vivas, digamos, esas que de aquí a veinte, treinta o cincuenta años serán nombres legendarios, aunque hoy estén sembradas sospechosamente como un árbol más en lo cotidiano.
Se entregaron casi cien mapas, y se recibieron incluso protestas sobre posibles violaciones de las reglas. ¿Acaso el interés por aderezar el mapa, llenar la botella con los ingredientes, o ganar el premio, comprometió a los participantes con el arte de producir la bebida? Bueno, eso, al menos quisieron sus organizadores.
De esos cien no todos se tomaron el asunto con toda la vehemencia.
A no todos le interesó escoger esa aventura. Los que cruzaron la verja, o sea, concursantes y periodistas, mostraron interés en las explicaciones del ingeniero que sirvió de guía.
Se hicieron preguntas vinculadas a la producción. ¿Se demandan más cervezas en lata o en botellas? ¿Qué era más barato el aluminio o el vidrio? Y se aventuraron soluciones espontáneas a algunos quebraderos de cabezas como el de hacer retornar el vacío a la fábrica.
Dos días después, los cinco premiados, habían sido parte de esta visita.
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