10 dic 2015
Loa del noble arte de beber cerveza
CAMILO JOSÉ CELA, Premio Nobel de Literatura
"El rayo de sol se hace cerveza
al llegar al corazón de la caldera donde se cuece,
y la cerveza siembra la poesía en los corazones
cuando pasa a la sangre
cayendo por la garganta abajo"
Cerveza es voz que ya se registra en español a finales del siglo XV, en el Universal vocabulario de Alfonso de Palencia, quien no la confunde con la sidra como lee erróneamente el gran etimólogo Joan Corominas, puesto que la da como suplencia alternativa del vino cuando dice "…et avn en logar de vino en algunas tierras vsan los ombres sidra y seruesa"; el uso, que no se produce, de la conjunción disyuntiva "o" hubiera podido confundirnos, pero la presencia de la conjunción copulativa "y" aleja toda duda sobre el sentido de lo que el gramático quiso decir.
William Congreve, dramaturgo inglés que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII, asegura que el beber es una diversión cristiana, desconocida por turcos y persas. En todo caso, a los cristianos nos queda el consuelo vedado a la morisma, que es el beber y brindar siguiendo el consejo del Padre Sirmond, cada vez que se nos presenta alguna de las cinco causas incitadoras del trago, a saber: la llegada del amigo al que se quiere festejar, la sed del momento que se confía saciar, la sed futura que se pretende evitar, la bondad de la bebida que se aspira a ensalzar o cualquier otro motivo no previsto entre los anteriores.
Toda razón es buena y saludable para llenar y vaciar el vaso y, en cualquier supuesto no seré yo quien preconice seguir el ejemplo de los chiítas y otras suertes de herejes y arrojar el licor, el vino o la cerveza a donde fuere sin haberlo hecho pasar antes por el gaznate, para mejor degustarlo; por el bandujo para mejor gozarlo, y por la conciencia, para mejor pensarlo y considerarlo.
Cantemos el viejo himno de la picardía goliardesca, de la golfa y vital turba multa de los medievales clérigos trashumantes -¡salud, oh rubia cerveza de claro color!, ¡salud, oh saludable cerveza de sin igual sabor!- y pensemos en que si la vida es breve, no debe haber circunstancia alguna que le reste lustre, ni gozo, ni eficacia. Es necio quien no ama las bebidas y las mujeres y las canciones, dijo el poeta Voss en palabras que suelen atribuirse a Lutero; no caigamos nosotros en la doméstica y ruda necedad de la abstinencia, la continencia y la sordera.
Según los sabios, el vino y sus parientes, con la cerveza enarbolando la alegre bandera del deleite, merman las grasas y previenen el cáncer al tiempo que el amor sujeta al infarto de miocardio.
Créanme si les aseguro que, por razón de principio, prefiero agarrarme al clavo ardiendo de la esperanza tras haber rezado, cada noche, aquella noble oración cuya moraleja pregonan las palabras que debieran grabarse en letras de oro: "Que me quiten lo bailao –y lo comido, lo bebido, etc.- y el que venga detrás, que arree".
Me permito suponer que al amante del ejercicio del noble arte de beber, no a su esclavo, ni le pesa la vida ni la entiende como una desventura sino, antes bien, como una bendición que le permite seguir viviendo y, si se tercia, bebiendo algún que otro vaso de vez en cuando.
Sigamos pues el sabio consejo de Chesterton: Bebed porque sois felices, jamás porque seáis desgraciados.
Extracto de la Conferencia pronunciada con motivo de la Inauguración del 21º Congreso Internacional de la European Brewery Convention, 1987. Tomado de “El libro blanco de la cerveza”, editado por Cerveceros de España, 2001.
Fotos: @yricardo
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